Por Scott Rogo

Durante el año de 1939 el ruso Semyón Davidovich Kirlian y su esposa Valentina comenzaron a ocuparse de la electrofotografía del efecto corona (técnica para fotografiar al efecto de estudio); desde entonces también se le llama «Efecto Kirlian». Aunque el fenómeno se venía estudiando desde 1777 por Lichtemberg cuando logró por casualidad obtener unas imágenes que se conocen con su nombre.El proceso de Lichtemberg consistía en poner polvo de licopodio (hierba, cuyas esporas constituyen el azufre vegetal), sobre una placa electrizada de un electroscopio condensador; Aunque Kirlian fue el primero estudiar este fenómenode modo  metódico y analítico.

La técnica empleada por los Kirlian no era muy complicada; la electrofotografía o efluviografía, como se podría definir el resultado del experimento, se producía al colocar una placa fotográfica (placa fotográfica común) en contacto con el objeto sometido a estudio, y situar todo bajo la acción de un potente campo eléctrico de alta frecuencia (campo efluviográfico).Experimentaron una enorme cantidad de veces con: hojas de plantas (secas, enfermas y sanas), enseres  metálicos e incluso con el propio cuerpo humano. El principal resultado fue que las hojas cortadas de plantas sanas producían una electrofotografía totalmente distinta a la obtenida de hojas procedentes de plantas afectadas por alguna enfermedad.A raiz de ello la electrofotografía tomó diversos caminos; entre ellos: la investigación parapsicológica de la llamada «aura».

Uno de los principales detractores de la fotografía Kirlian como fuente de fotografías paranormales surgió dentro del mismo campo de la parapsicología. Se trataba del parapsicólogo americano Scott D. Rogo.Llegando a las siguientes conclusiones:

“En los primeros años setenta en los Estados Unidos, empezó a oírse hablar por todas partes del trabajo de Semyon Kirlian y su esposa, quienes habían descubierto accidentalmente que, al colocar un objeto en un campo de alta frecuencia y fotografiarlo, aparecía un halo a su alrededor. Si bien al principio los Kirlian no se pronunciaron sobre la naturaleza de dicho halo o corona, algunos parapsicólogos entusiastas occidentales manifestaron de inmediato que la pareja había fotografiado el aura humana, el halo brillante que rodea el cuerpo.

“Los seguidores de la nueva moda pretendían que la enfermedad, la actitud mental, etc., causaban alteraciones en la corona y que indudablemente se había descubierto algo de orden psíquico. Pronto se emprendieron investigaciones sobre el efecto Kirlian, dirigidas por Douglas Dean en Newark, Nueva Jersey, y la doctora Thelma Moss en Los Angeles. Así mismo se investigaba en Sonoma State College de California. En los tres casos respetados parapsicólogos se pusieron al timón de lo que yo consideraba un barco a punto de hundirse. Se aventuraron todo tipo de hipótesis. Cualquier cambio en el pensamiento afectaba el aura, los sanadores psíquicos mostraban diseños distintos a las personas normales, etc. En realidad, los planos del aparato ruso original eran tan vagos y, en ciertos aspectos, tan carentes de significado que las máquinas empleadas en los Estados Unidos tuvieron casi que inventarse de nuevo.

“En 1972, visité uno de los principales laboratorios dedicados al efecto Kirlian. La visita sirvió de poco para animarme a creer que este tipo de fotografía fuera algo más que otra moda y otra falacia. En mi recorrido y en las diversas visitas que siguieron, me acompañó un joven ayudante, que realizaba la mayor parte del trabajo. Le pedí que me explicara exactamente cómo operaba el aparato, pero se reconoció con pesar incapaz de hacerlo. He aquí un principio poco prometedor.

“Pronto vi que, no sólo el conjunto del aparato era increíblemente defectuoso, sino que, además, sus operadores ignoraban hasta dónde llegaban sus posibilidades y las variables que intervenían. Me aseguraron que la humedad no alteraba el funcionamiento del equipo. Sin embargo, en dos ocasiones y a escondidas del operador, me lamí el dedo antes de fotografiarlo y… no apareció aura alguna. El ayudante se excitó mucho con este hecho y le concedió una gran importancia psíquica. Incluso después de confesarle que me había lamido el dedo, el asistente siguió sosteniendo que la humedad no desorganizaba el aparato. Se lo demostré de nuevo, repitiendo mi operación y fotografiando el dedo. Todo lo que conseguimos fue el débil contorno de una aura llena de agujeros.

“En otra visita, le mostré al ayudante que, variando la presión del dedo en la plataforma fotográfica, se obtenía un aura de distinto tamaño. El hombre se vio obligado a aceptarlo. Le expliqué cómo construir un dispositivo poco costoso, que equilibraría la plataforma y mediría la presión del dedo. Solucionando así el problema. Al cabo de varias semanas, no había instalado dispositivo alguno, y el equipo de investigación seguía fotografiando auras alegremente, sin preocuparse de las deficiencias del aparato. También demostré que el calor corporal modificaba los resultados de la máquina. Estoy convencido de que las variables incontroladas de presión, calor, tiempo de exposición, humedad, que se supone no afectan al proceso, son de hecho la causa de los insólitos resultados conseguidos. Cuando los pensamientos de una persona cambian, la variación va acompañada a menudo de cambios en la resistencia eléctrica de la piel y de otras características psicofisiológicas muy sutiles. Es esto lo que afecta a las fotografías, y no el aura humana.

“A pesar de todo, los resultados de estas ‘investigaciones’ se han publicado en revistas y se les ha dado una gran difusión en los medios de comunicación. Mis críticas no van dirigidas a la fotografía Kirlian en sí, sino a muchos de los que se dedican a investigarla. Parecen como si sintieran antipatía contra los procedimientos experimentales correctos, además de padecer una falta de preparación tanto en ciencias físicas como en fotografía. No es extraño que se produzcan resultados increíbles. Cuando comuniqué a un investigador mi preocupación por estos procedimientos defectuosos, se limitó a responderme que, puesto que todo su trabajo era ‘exploratorio’, no tenía necesidad de proceder a una experimentación controlada. Uno se pregunta de qué escuela de experimentación proviene este novicio”.

Algunos parapsicólogos habían descubierto que, al fotografiar una porción de una hoja, en la fotografía aparecía la hoja entera. A este fenómeno se le dio el nombre de “efecto de la hoja fantasma”.

 Rogo se refirió a este respecto con lo siguiente:

“El dictamen final sobre el efecto Kirlian se pronunció en 1974, en la convención de la Parapsychological Association, por medio de un informe del doctor William Joines. Joines –que efectuó investigaciones rigurosamente controladas en la Universidad de Duke- demostró de modo concluyente que el efecto Kirlian y los extraños diseños presentados por la ‘aura’ se explican sin dificultad por el efecto corona. Y Joines superó el efecto de la hoja fantasma al fotografiar un efecto de roca fantasma. La Universidad de Stanford, por su parte, llegó a conclusiones similares. Publicó un informe condenatorio sobre la fotografía Kirlian en la revista Psychic de diciembre de 1974.

“Sin embargo, estoy seguro de que, a pesar de sus descubrimientos, Joines será tildado de iconoclasta y que los parapsicólogos dedicados a investigar la fotografía Kirlian ignorarán cualquier hallazgo contrario a los suyos propios. Y continuarán tomando fotografías y admirando, llenos de reverencia, sus falsas auras”.